lunes, 1 de julio de 2013

CARTA A UN AMIGO

No antepone el orgullo a la empatía; también tiene su historia y sus cicatrices pero no por ello deja de soñar. Nunca va a castigarme, por decir lo que siento ni con silencio, ni con rechazo, ni con indiferencia. No va a dejarme trocitos de ilusiones que recoger, ni lagrimas que tragar, ni penas que ocultar, ni alegrías que fingir
 Esto escribía, querido amigo, sobre ti hace exactamente un año cuando todavía no tenía claro que era lo que sentía por ti. Hoy, a la distancia, y después de pasar por el desencuentro que tú y yo conocemos y que siento como una pérdida que me oprime el pecho, vuelvo de nuevo a escribir sobre ti con la esperanza de que recojas esta botella que lanzo a  este mar cibernético.
En estos días me he desgranado a palabras...tú sabes  desde que nos conocemos que no me manejo bien en el silencio, que me confunde, que me hace sentir perdida y triste. He desnudado mi alma contigo, te he puesto en las manos secretos que a nadie más he contado porque confío en ti y,  ahora que se exactamente  lo que siento por ti, sigo pensando que en ese noble corazón que he tenido la fortuna de conocer, no cabe el orgullo...creo que lo que hemos invertido en esta amistad no ha sido en vano, ni el tiempo perdido que, como alguna vez me dijo alguien a quien también quise mucho "este azar de la vida no fue para darse la espalda sino para mirarse a los ojos".

En este desencuentro lo que me ha dolido más es sentir que perdí ésa confianza absoluta que antes me tenías...ha pasado mucha agua entre nosotros, muchos malos entendidos...pero nunca he cerrado mi puerta para ti porque darte mi tiempo, confiar en ti, querer seguir conversando de nuevo no ha sido ni es un sacrificio. Me parece que, desde aquella primera vez, cuando no nos conocíamos tanto y me echaste como ahora, fuímos construyendo con mucho esfuerzo mutuo, los cimientos de una amistad de ésas que trasciende el tiempo y la distancia.  Hablar contigo solo cuando te necesite me parece mezquino de mi parte y, además, tú sabes que no lo haría porque no soy de las que quiera aumentar, con mis problemas, las viscisitudes que creo adivinar  estás pasando a veces ...me atreví en el último correo, porque tenía miedo y buscaba tu frase certera, tu mirada limpia, tu objetivo análisis. No supe explicarlo y lo lamento mucho, no te imaginas cuanto.

Y lamento que la razón por la que estamos pasando ésto, sean  un montón de palabras que, aún sin mala intención, te hizo recordar otro mal entendido que yo creía resuelto...me hubiera gustado saberlo y hablar al respecto, ofrecer una disculpa y hacer un pacto contigo que sabes que no rompería por nada del mundo porque, a pesar de mis enfados, sería incapaz de, conscientemente, hacer algo que te dañara tan profundamente como presiento que ha pasado esta vez.

Respecto a ti , como tú decías de mí hace algún tiempo (y entonces quizá no lo entendí): así como eres me gustas, no pretendo que cambies nada y no me gustaría dejarte ir tan fácilmente. No sé que crees que vas a encontrar en mis ojos ahora, ni la intención que  parece peinsas llevan mis últimos mensajes, que te hacen querer cerrarme la puerta y dar la espalda.

¿Recuerdas que alguna vez hablamos sobre las segundas y hasta  terceras oportunidades? Dijimos que todo mundo las merecía sin traer, del pasado, lo que ya se había hablado. Yo sigo pensando lo mismo, sigo dejando, como la primera vez, mi puerta abierta y, aunque enfadado en este  momento parezcas duro e inflexible yo sé que no lo eres, por éso mantendré la esperanza de que, algún día, me brindes esa oportunidad: para comenzar de nuevo sin dudas, resquemores o falsas expectativas; contándonos nuestras cosas, riéndonos de cuando en cuando, tomando café como amigos de mucho tiempo...como antes en esas interminables charlas que extraño grandemente.

Mi corazón va abrazando al tuyo  SIEMPRE, mi buen amigo.

Por: MARÍA GUADALUPE MUNGUÍA TISCAREÑO

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pasa y tómate un café con nosotros (comentarios aquì)