Tiñéronse de luto
el pecho y el plumaje
y aquellas alas blancas
que quieren encumbrar
su vuelo a las alturas
en busca de un celaje
que vuelvan a su traje
de colores a pintar.
Y luego que allá arriba
envuelta en el encaje
de estrellas y de luna
de nubes y de sol,
se bañe por si acaso
no ha sido vano el viaje
hacia altísimo paraje
de fulgores arrebol.
El arroyo con su canto
de rotura de cristales
por el césped blando
le diga al caminar:
"Ven a mis orillas
y límpiate tus males,
anida en los zarzales
y luego ¡Vuelve a amar!
Por: MARÍA GUADALUPE MUNGUÍA TISCAREÑO
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