Ya no me interesa abrirla, que mucho daño me ha hecho. Pero, con el correr de los años y del uso en los inviernos, los goznes se han estropeado y, de cuando en cuando, algo del contenido se escapa y me castiga, insomne, a dar vueltas en el lecho.
Hay experiencias que enseñan, hay otras que sabotean y sacan los esqueletos: el miedo, la duda, los problemas de confianza y esa tendencia maldita a sobre analizar los sucesos...y yo tengo en mis armarios de este tipo de huesos, que no sirven para nada, más que para empañar mis sueños.
Quisiera, cuando te encuentro, no tener estas ataduras.
Quisera, cuando te leo, no desmenuzar tu verbo.
Quisiera, cuando te veo, sumergirme en tus miradas.
Quisiera, cuando te toco, saltar al fondo, sin miedo.
Sin embargo persisten, más allá de mis deseos, esos fantasmas antiguos y los demonios internos que saliendo, temerosos, se disfrazan de monstruos horrendos. Y dentro de esta vorágine de dudas, de estúpidos presentimientos, inútilmente me visto con la herrumbrosa armadura de estrategias de otros tiempos.
Me queda, como a Pandora, una esperanza etérea: que a pesar de mis silencios; de tonterías, de malos versos y de la indefensión que siento...entiendas que no esperaba encontrarte, justo aquí, entre mis sueños y que alguna vez tu quieras habitar en mis secretos.
Por: MARÍA GUADALUPE MUNGUÍA TISCAREÑO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pasa y tómate un café con nosotros (comentarios aquì)